Con huevo…

…y pimentón de Murcia, mucho.
La madre.
Hace tiempo que veo nítidas similitudes entre el pan hecho de manera tradicional, con levadura natural, y la bicicleta más tradicional, la primera bicicleta, la de piñón fijo. Ambas actividades requieren un abandono de lo aprendido, un rechazo voluntario a los grandes avances que nos ha dado el progreso. La innovación nos ha traído grandes satisfacciones (rapidez y automatización en la elaboración del pan, por un lado; disponibilidad de cambios con decenas de marchas, por el otro), nos han facilitado la vida, pero también, simultáneamente, se ha ido adueñando de pequeñas parcelas que nos pertenecían, y nos ha privado de verdaderos placeres (el sabor y la textura, entre otras cosas, por un lado; y el placer del pedaleo, por el otro). A menudo, uno se pregunta: “¡Ah, pero, el futuro era esto?”. Casi ni menciono la admiración y el respeto que me transmite el panificar como se ha hecho durante siglos, o el hecho de que las bicicletas de piñón fijo eran las que usaron los primeros héroes de la ruta, cuando las carreteras no estaban asfaltadas y había que bajarse de la bici y subir andando si la cuesta se empinaba.
Amasar una hogaza con las propias manos y dejarla levar lentamente es algo que otorga un placer y satisfacción indecible; el sencillo hecho de moverse en una bicicleta de una sola velocidad, cuyos pedales se moverán siempre que la bicicleta se mueva, hace sentir una conexión única con el suelo y todo lo que te rodea, una sensación en la que todo fluye de manera silenciosa y armónica.
De un modo parecido, criar una masa madre, y verla crecer, gratifica de una manera silenciosa y lenta, crea una felicidad y una satisfacción plena; lo mismo que construir una rueda, ir montando los radios en la llanta, encontrar su tensión justa hasta conseguir un conjunto perfectamente redondo y resistente.
Radios y pan casero.
El pan de cada semana (harinaaguaysal), pelado como si fuera una naranja, y un pan de espelta integal y nueces, con una pizca de azúcar de melaza.
El blanco quedó muy esponjosito, con la miga suave; el integral quedó húmedo y oscuro, lleno de trocitos de nueces.
Para hacer el integral utilicé el azúcar más bestia que he usado; un azúcar negro de Mauricio, de la marca Billington’s. Viene en un bloque casi sólido, húmedo y aromático. Para coger un poco, tienes que desmenuzarlo concienzudamente. Sabe a regaliz.
Melindres de Su*. En la foto no se aprecia, pero son pequeñísimos, como un dedo meñique: para comerlos de un bocado.
Es curioso como melindre lo define hoy el DRAE como un «dulce de mazapán con forma de rosquilla», mientras que en la edición de hace 3 siglos, era una «pasta de harina, azúcar y huevos», posiblemente más parecido a lo de la foto.
Me encanta el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (en la web de la RAE). Buscas un término y te enseña su acepción en todas las ediciones del diccionario a lo largo de los siglos (o puedes buscar tan sólo en una edición en concreto). Así, puedes seguir la evolución del significado de polución, ver cómo la anguila pasó de ser un «marisco […] semejante a la lombriz» a ser «muy apreciada en gastronomía» (o simplemente cómo elite se transformó en élite). Pones la palabra que buscas y a la izquierda te dice en qué edición aparecía, una vez seleccionada la edición, te muestra una reproducción de la página original, impresionante viaje en el tiempo.
El NTTLE es maravilloso de por sí, pero para buscar términos relacionados con la alimentación es una constante fuente de valiosa y reveladora información sobre cómo cambian nuestros gustos, maneras de hacer y forma de relacionarnos como lo que comemos.
* Seguimos preparando nuevos talleres Espai de Cuina SU2311, tanto para final de año como para el año que viene.
Respuesta a mi pregunta de hace un año.
Siguiendo las indicaciones, consejos y experiencias de la gente que respondió a aquella pregunta (y el consejo de nuestra frutera) he vuelto a probar el caqui: un buen caqui, en condiciones, maduro, dulce, meloso. Es dulce, efectivamente; como una mermelada o compota de un fruto suave e ignoto. No obstante, lo encuentro un tanto insulso. Pensando detenidamente en las frutas que me gustan, creo que comparten siempre un carácter muy marcado, un sabor dulce pero ácido (mis favoritas son la fresa en verano y la naranja en invierno).
Me voy a Babette
Embriagado de clavo, canela, nuez moscada y pimienta de Jamaica.
Y ron, y fruta confitada.
*Qué aburrida es la A2 de noche.
PS: La solución, aquí.