Me apetecía servir un poco de labne con zaatar en el curso de panes planos; después de buscarlo infructuosamente, lo hice en casa escurriendo yogur. Como no tenía mucho tiempo, partí de yogur griego, que ya está más concentrado. En menos de 24 horas la textura era muy buena, con un poquito de sal, y a disfrutar; con el pan iraní, unas pitas, o un poco de ensalada con pepino y cilantro.
Panes planos de los que se cortan con las manos. Pita de miga, tan rápida de hacer como de comer. Un knackerbröd brutal que se empieza a elaborar diluyendo masa madre de centeno en leche y miel; el resultado es antológico. Para no dejar de untar, pan de inspiración marroquí, un khobs (jobs) con un tercio de sémola de trigo duro y un toque de aceite de oliva; tierno y suave.
Tras el taller, los restos de labne y zaatar con unas aceitunas marroquís.
Los momentos fugaces.
Sopa de chucrut, manzana y cilantro
Con bayas de enebro. Hacía tiempo que un invento «fortuito» no me gustaba tanto.
Las sopas de chucrut son tradicionales en muchos sitios, desde Europa central y del Este hasta la remota Asia. Normalmente son sutanciosas e invernales; hechas con carnes, embutidos y enjundia. Yo, como no tenía nada por casa para hacer un buen fondo, simplemente le puse agua, chucrut casero, manzana, mucho cilantro fresco y unas bayas de enebro.
La gama de sabores del chucrut casero es tan increíble que el caldo quedó sabroso y complejo, profundo: desde el propio sabor de la col, al ácido y ligeramente ágrio de la fermentación con un dulzor vegetal de fondo, y todo combinado con el frescor del cilantro recién picado.