Pilavuna y rollo de mak

A veces memorizo involuntariamente frases de libros que me gustan. No tienen por qué ser grandes versos, simplemente frases. Como esa de «Catedral» que empieza «Este amigo mío del trabajo, Bud…»; o las preguntas a mi único contacto al otro lado de la frontera «¿Encuentra su amor respuesta en un veinte o veintidos por ciento de los casos?»; o la del libro de Dan Lepard que dice «Los británicos eran una nación de comedores de bollos…» Así que estas son las frases que te construyen por dentro.

Siempre que veo, o como, un bollo me acuerdo de esa frase de Dan Lepard. Lo bueno de estas frases es que, con el tiempo, las vas retorciendo en tu memoria, y se van acomodando a tus palabras y forma de hablar, a tus muebles sintácticos, vaya.

Estas últimas semanas me han traído buenos bollos.

Pilavuna y rollo de semillas de amapola

Lo de arriba es una pilavuna; me dijeron que es una especialidad de Chipre, aunque seguramente será popular tanto en Grecia como en Turquía. Yo la compré aquí en Londres, en Green Lanes, uno de los centros de la comunidad turca. Es uno de los panes más sorprendentes que he probado. Como se aprecia en la foto, la masa de pan es tan rica que va envuelta en una especie de tortita doblada en cuatro y espolvoreada con ajonjolí (fijo que los chipriotas cuando lo espolvorean piensan en una palabra tan bonita como ajonjolí). La masa contenida dentro es rica en queso y tiene además menta, canela y pasas. Todo ello se combina para que el sabor sea realmene único. La dependienta que me atendió en la panadería de Yasar Halim (un sitio a visitar en Londres) me comentó como la pilavuna es deliciosa caliente con una taza de té, así que tosté ligeramente esta de la foto (no tanto por tostarla como por calentarla).

Lo de abajo es un rollo de semillas de amapola y me lo trajo de Polonia mi compañera de trabajo Marta, que es de allí. Hace un año hablé de algo similar, aunque este era (obviamente) más fresco y sutil. El relleno está hecho con semillas de amapola, aunque en España todo el mundo diría que parece una especie de napolitana o espiral de chocolate. Yo con el tiempo he desarrollado una especial devoción por las semillas de amapola, sobre todo en bollería y repostería. La primera vez que tuve conciencia de ellas fue en Alemania, donde le dicen «Mohn», así que durante años fue Mohn. Recuerdo que una vez, de viaje por Alemania en diciembre, tomamos un yogur especial de navidad, de Mohn y canela. Ultimamente lo encuentro más en recetas polacas (como el Makowiec) o centroeuropeas donde lo llaman «mak», así que lo suelo llamar mak. El sabor y la textura del mak son dificiles de explicar, si bien podría recordar muy levemente a algo con almendra, digamos que «lejanamente amazapanado». Cuando lo masticas, las semillitas de amapola crujen y te dejan los dientes sucios.

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Gastronomía del viaje

He estado de aquí para allá, disfrutando del camino. Lo mismo cambiando un mar por otro, que la lluvia de Londres por una madalena en Sils o un cúmulo sobre el Montseny.

De nuevo el camino ha sido mi destino, en avión, en coche o a pie, de Stansted a Barbastro o de Santander a Ordesa; saboreando las lentejas con los condimentos que mejor las aderezan: dos mil doscientos metros de altura en el Refugio de Goriz.

He tocado la lluvia en forma de nieve, en forma de nube, he andado entre y sobre las propias nubes, perdiéndome en los entresijos de la gastronomía oscense, como la trenza de Almudévar o el empanadico de calabaza, pasas y piñones.

Y de nuevo el camino, I’m loving it. Este camino que, como todos los caminos, siempre lleva a Bilbao, a la taberna Basaras, sin duda el mejor bar del mundo.

El café de Girona
Un cúmulo sobre el Montseny
Pincho de tortilla
Chocolatinas
Lentejas a 2.200 metros de altura, refugio de Goriz
Bajando de la Punta de las Olas
Empanadico de calabaza
Loving it
Taberna Basaras, el mejor bar del mundo

Por supuesto no hablaré de la tortilla del Basaras, solo de las gildas y el retrato de Iribar. Y en el camino quedan también las chuletillas de ternasco,el vino rancio, las perdices en escabeche, los bocartes y el atún, las migas, los bollos de mantequilla, las cerezas y los melocotones, la morcilla con pimientos, la crema catalana, el Gewürztraminer o la longaniza.

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El meme de las 8 cosas

Bueno, parece que el verano es la estación de los memes. Ahora me pasa Marona, desde Salzburgo, el meme de las 8 cosas, el más personal…mmm… veamos

1. Soy un teapot man.

Teapot me

2. Vivo en Londres, pero soy de Bilbao, aunque «no soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad»…bueno, más o menos.

3. Soy un fanático de la bici, realmente integrista, tú… voy a tooooodos lados con la bici, llueva, truene, nieve; al trabajo, de compras, de vacaciones. Lo que más me gusa del mundo es viajar en plan cicloturista con las alforjas y la tienda de campaña, con el horizonte como único destino.

4. Soy un raro, veo la tele sin sonido.

5. Me gusta mucho el arte, de hecho trabajé durante años como guía en un bonito museo, bueno, realmente trabajé en varios bonitos museos explicando bonitos cuadros. Como también me atrae mucho la ciencia, ahora trabajo aquí, pero me gustaría trabajar lejos de una oficina y de un «9 a 5». Bueno, como a todos, ¿no?

6. Se me dan bien los idiomas, aunque como soy un poco vaguillo, nunca me los he tomado en serio.

7. En comida, como en casi todo, cada vez me gustan más las cosas sencillas, menos es más.

8. Tengo la cabeza a pájaros, y allá donde voy me llevo los prismáticos y la guía de aves, ¡para desgracia de mis acompañantes!

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A pint of ale and a packet of crisps in Italian Light

Ahora que sé que mis días en esta ciudad están contados, apuro mis ultimos tragos de ale.

Pint of ale and a packet of crisps

Me gusta la London Pride, la de la foto (¡qué remedio, es la que hay por todos lados!), aunque últimamente la más rica que he probado, con diferencia, es la Bombardier. Pero esto depende tantísimo del sitio donde te la tomas, que a veces te llevas sorpresas.

Yo soy muy cervecero, y no me costó acostumbrarme al sabor afrutado y profundo de la ale, pero reconozco que puede chocar al principio, vamos, que es otro «acquired taste» (sí, la reina estaría orgullosa de mi). El sabor es muchísimo más complejo que el de la cerveza «rubia» (lager) que se encuentra en la mayoría de los sitios en España. Dependiendo de la marca de ale, el sabor varia de florar a meloso, o con notas de amargor y cereal. Una cosa fascinante, ya digo.

Además, la ale es la cerveza más «panadera», ya que las de verdad siguen fermentando en el envase (ya sea el barril o la botella), y las levaduras están presentes. Se puede decir que la ale está viva, por eso tiene un sabor tan natural y fresco.

Es muy fácil identificar las ale, incluso antes de que el camarero haya cogido un vaso para servirla; ya que a las ale no les añaden gas carbónico, con lo cual hay que bombear para que la cerveza salga por el tirador. Los tiradores de ale tienen una palanca muy larga, para hacer más fuerza; en un par de bombeos te han llenado el vaso de pinta. Esto me encanta, ya que no me gustan las cervezas con demasiado gas, lo encuentro mucho más natural. Además, la ale no se sirve terriblemente fría, conlo cual los sabores son mucho más pronunciados.

Técnicamente lo que pasa es que la ale se fermenta menos tiempo y a temperatura más alta que la cerveza lager, a la que estamos más acostumbrados. El método de fermentación (el uso de las levaduras) también es diferente al de la lager, así que el resultado es una cerveza más dulce. La ale es la cerveza que tradicionalmente se producía en verano; la lager es la cerveza que fermentaba durante los largos meses del invierno, con un amargor más profundo.

Sin ser Alemania (mi meca cervecera) hay bastante variedad, y allí donde vayas tienen buena ale. Aquí al lado de Londres, en Kent, incluso hay una con Denominación de Origen Protegida por la UE, la Kentish Ale, que se hace en la cervecería más antigua de Inglaterra, en Faversham. Como esta es gente de poca eurosimpatía, pues tampoco publicitan mucho el hecho de que es un producto con euroalcurnia.

Esto es, sin duda, algo que echaré de menos…ahora que le estaba cogiendo el callo: «A pint of ale and a packet of crisps, please»

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Las labores del invierno en verano

Poco a poco voy pensando en recoger mis trastos y dejar esta ciudad. Así que comienzan las labores propias del invierno (bueno, del verano).

Disecar la masa madre y guardarla en paquetitos, como quien hace reservas para la estación de cambios que se avecina

Disecando masa madre

Hace unas semanas que estoy haciendo experimentos con esto. Esparzo unas cucharada de masa madre (cuando está en plena efervescencia) y la dejo secar sobre papel de horneado. Luego la trituro y envaso los copos resultantes. Por el momento he conseguido reconstituirla un par de veces con éxito, y planeo enviarla a los confines del universo para que amigos y gentes de otras tierras puedan animarse a hacer pan de la manera tradicional y disfrutar con mi masa madre de Londres.

Posiblemente la «cepa» de masa madre más famosa es la de San Francisco, incluso tiene nombre Lactobacillus sanfranciscensis, y mucha gente se obsesiona hasta el extremo en conseguirla, para hacer una hogaza del mítico «San Francisco Sourdough», un pan con pedigrí.

No sé, creo a veces se pierde la sencillez de las cosas. Yo vivo en Londres, así que el bicho que pillé, y que vive en mi nevera desde hace más de 2 años, sería un Lactobacillus londonensis. Así que cuando vaya a Bilbao tendré Lactobacillus bilbainus (de la subcespecie Lactobacillus bilbainus chimberus), y puede que en breve me haga un cultivo de Lactobacillus barcelonensis,y no descarto que la nevera del futuro tenga sus botecitos de Lactobacillus anchoragensis, Lactobacillus lisbonensis o, por qué no, Lactobacillus alicudensis. Es lo bonito de la cosa, ¿no?.

Así que van pasando estos días de labores, y dentro de poco empezarán las bolsas de ropa, las cajas, el eterno y periódico desmontaje y posterior montaje de los muebles de Ikea para ir con ellos a otra tierra, hacia otro mar, a hallar con certeza otra ciudad mejor. Estos muebles que nos acompañan de casa en casa, como una caravana de recuerdos.

Mientras tanto, fermenta en la cocina la última masa, hecha con harina T550 de Polonia; una harina muy suave y delicada. Con esta harina casi dulce me encanta prolongar la fermentación (este pan de la foto tiene más de dos días) para que la masa coja un toque agrio que complemente a ese dulzor natural.

Harina polaca

Las hogazas leudando, el horno puesto a calentar, las noches de horneo; Londres se va acabando poco a poco.

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El meme de la ventana (gazpachito en la oficina)

Nunca había hecho un meme, de hecho aún me suena raro cuando lo escribo o pienso (lo digo poco, la verdad). Pero con mucho agrado tomo el ofrecimiento de ManzAna.
Aquí está.

Vista desde mi ventana en Gray´s Inn Road

Lo que veo desde mi ventana en Gray’s Inn Road. Basicamente la Eastman Dental Clinic, un edificio que siempre me ha parecido muy hitchcockiano, digno de la secuencia inicial de Psicosis, de que se asome Kim Novak por la ventana, o de que suba Tippi Hedren la escalinata principal con prisa y una falda hasta la rodilla. En las ventanas de ese edificio se ven de continuo fogonazos y flashes, que no son sino los dentistas trabajando en las bocas de sus pacientes.

Mi oficina es un sitio curioso, tiene rincones muy funkis, como la máquina de los tutti frutis (por veinte peniques te dan unos cuantos).

Tootie Frooties

O el rincón cotidiano del té. Tenemos una de esas pequeñas cocinas en las que nadie cocina. Sólo se hace té y se desenvuelven sandwiches, este país es así.

Coffee and tea making amenities

Más acorde con el espíritu de retrato cotidiano de mis quehaceres gastronómicos es la toma de aquí debajo, una experiencia que se repite todos los días.

Comiendo en el desk

Odio, detesto, aborrezco comer en el ordenador, con todas mis fuerzas. Es una de las razones secretas por las que voy a dejar esta isla. Que conste, no obstante, mi esfuerzo cotidiano por disfrutar del momento de la comida. En este caso, un gazpachito y pan casero de trigo y centeno.

Según parece, esto de los memes tienes que pasarlo, como la falsa moneda, así que con mucho gusto se lo ofrezco, sin ningún compromiso, a dos comensales que comparten esta mesa desde hace poco, Marona y MunduJr.

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Pan casero de centeno y la mejor mantequilla del mundo

Bueno, vale, sí…era un recurso estilístico. ¿Cómo demonios va a exisitir la mejor mantequilla, vino, pan, queso, etc. del mundo? Pamplinas.

No obstante, esta mantequilla ha sido calificada en sendas catas como la mejor del mundo (Wine Spectator 2000) y de Europa (Guardian 2002).

Pero empecemos por el principio.

Pan de centeno y mantequilla Occelli

Este es el primer pan 100% centeno que hago. Todo era centeno, desde la harina (era integral, pero tamicé parte) hasta la masa madre, ¡incluso la harina con la que espolvoreé el cesto de fermentado! No había ni una molécula de trigo, por decirlo en lenguaje científico.

Este pan, que empecé a hacer el sábado, ha estado esperándome todo el día en su paquetito. Casi seguro que ha pensado en mí a las doce, cuando me he tomado el «lunch break» como a diario. Es más, puede que haya pensado en mi cuando, poco antes de las seis, me he tomado un té. Pero este pan tenía una hora reservada, la hora de la cena.

Al cortarlo en rebandas, el olor que desprendía ha llenado por completo la habitación; un aroma sublime a cereal y regaliz. Vamos, que este pan podría mirar a los ojos a cualquier pan que he tomado en Alemania, ¿será amor de madre?

En cuanto a la mantequilla*: no sé si será la mejor del mundo (recelo de una mantequilla artesana con página web), pero esta mantequilla de Beppino Occelli es verdaderamente extraordinaria. La textura es puro vicio, hasta el punto de que hay que concentrarse para no comérsela toda a lametones directamente del cuchillo, es cremosísima. Tiene un sabor a la vez dulce y ligeramente agrio, como de nata fresca (se ha colado en mi memoria el recuerdo de la smetana que me fascinó en Centroeuropa).

¡Ah! También había pepinillos agridulces, cecina y cerveza.

* En mi pequeña memoria sentimental mantequera siempre habrá un lugar especial para la mantequilla «Las Nieves», de Espinosa de los Monteros, que venía en paquetitos de papel blanco y letras azules… ¡Anda! pero si acabo de descubrir que tienen pagina web y todo: Mantequilla Las Nieves (…para que te rías tú de las mantequillas con página web).

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