Un momento de iluminación: el descubrimiento del semla.
Un bollo con mucha enjundia, tradicional antes de Cuaresma. La masa del bollo está enriquecida y tiene un toque de cardamomo (sin palabras). La miga, como la de otras masas dulces suecas, no es fofa ni tan ligera como muchas en España, sino que tiene cuerpo, un poco como un buen panettone; además de levadura, tradicionalmente se le pone también bicarbonato amónico. Una vez hecho el bollo, se abre la tapa, se quita un poco de miga y se rellena con una especie de crema de mazapán sobre la que se pone bien de nata montada. Esa es otra; la nata montada es bestial, no es la típica espuma insípida y dulce; esta nata es densa, casi se mastica, y al fondo tiene una nota de sabor, no diré agrio, pero sí de sabor que denota que proviene de leche de verdad. Finalmente, se vuelve a poner la tapa y se espolvorea con azúcar glas. El delirio.
Estuve leyendo donde encontrar unos buenos semlor en Uppsala, y ahí que me fui con Markus. Él es sueco, y creo que no ha visto en su vida un bollo de mantequilla, ni puede entender el momento de iluminación que un semla supone para un auténtico amante de los bollos. Le conté que nunca en mi vida olvidaré la mañana de domingo en la que descubrí el semla, a su lado, en Uppsala; él simplemente sonrió al escucharlo.
Tradicionalmente, el semla se toma en un tazón de leche caliente, a cucharadas, pero yo le ataqué a mano limpia, quitando primero la tapa, disfrutando un poco de la nata, y metiéndole luego directamente a la crema de mazapán y al bollo (esta cosa tan libidinosa me la aconsejó una sueca muy maja en la cola de la cafetería).
Sopa de ajo
En Suecia, en la granja.
Con el pan hecho en la granja, del trigo cultivado en la granja, con la masa madre de la granja y el agua del pozo de la granja; una pena que no haya gallinas en la granja.