El otro día, al abrir un viejo recetario al azar, encontré esto. En la página 933 de un libro publicado en 1907:
Las palabras. La capacidad evocadora de las palabras. Me quedo sin palabras ante estas palabras, juntas en esa página, esperándome todo ese tiempo.
El año pasado saqué un pequeño blog de palabras, «Menú del día», la idea era recopilar palabras, todas las palabras que caben en las pizarras que anuncian los menús del día. Comerse las palabras con la vista y dejar volar la imaginación, hacerse la boca agua con las palabras. Por mil asuntos (y a pesar de que mucha gente me mandó fotos de pizarras con palabras), aquello no salió adelante. Pero ahí quedan esas palabras. Las palabras no se agotan.
Té y teteras
Té y teteras.
Ando tomando un té muy rico que me trajo Munduate all the way desde Gibraltar; me lo tomo en la nueva tetera francesa. En la foto, sobre el horno que ha acampado en mitad del salón. Echo de menos la isla, por su clima y por su té.
Encima, la mítica tetera Salam. Por una cosa u otra, es una tetera que me ha acompañado durante toda la vida, reencontrándome con ella aquí y allá, en casas de familiares y amigos. Cuando sea mayor, yo también tendré una tetera Salam para agasajar a las visitas.