Lugares de peregrinación allá

Pero no hay que irse lejos para encontrar lugares fascinantes, auténticas mecas.

Lugares como el portal de Santos, en Torrelavega.

Pastelería Santos en Torrelavega

Por lo que he podido ver, no es muy conocido que en Torrelavega se hace uno de los mejores hojaldres (el mejor de los que yo he probado). Y, de hecho, hay muchos sitios allí que lo hacen excepcional, hasta existe una cofradía del hojaldre que cuida de que así sea. Sin embargo, para mi hay un lugar mágico, especial…el portal de la pastelería Santos (hay otra pastelería Santos que no está dentro de un portal, la originaria, según creo).

Se trata de un lugar «inconspicuo» según diría un inglés; tan sólo la continua salida de clientes con paquetitos amarillos la delata. Después de entrar unos metros en el portal (un auténtico portal, de una casa, vamos) se desciende una escalera que, emborrachándote de aroma a mantequilla, te lleva a un templo del hojaldre, donde puedes ver como hacen las polkas , los almendrados, los lazos, las tartas de moka, ahí, delante de tus ojos. Hace poco han puesto una manpara entre el mostrador y el obrador, como en la canción de Kiko Veneno (que no nos deja olernos) y la cosa ha perdido, pero aún así estoy seguro de que es uno de los recuerdos que me llevaré al otro barrio. El portal de Santos.

Hay también en Torrelavega, el reino de la mantequilla, otro sitio escondido al final de un callejón, un pequeño despacho que sirve los sobaos favoritos de mi familia y amigos allá, Casa Carral.

Casa Carral en Torrelavega

Los sobaos de Casa Carral no son los que más mantequilla tienen (para eso ya están los de El Macho), pero son excepcionales en su sencillez y en lo suave de su masa. Un día, charlando con la dependienta, me enteré de que los de tamaño grande llevan más cantidad de mantequilla en la masa, para que sean más jugosos. El problema es que al tomarte dos de los grandes, sin darte cuenta, te has comido 6 de los normales. También venden unas galletas de mantequilla míticas y quesada. Un lugar de peregrinación, Casa Carral.

Lugares sencillos, cotidianos, inconspicuos; lugares de peregrinación.

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Lugares de peregrinación aquí

Por fin estoy en Barcelona.

In Barcelona

Bueno, realmente hace días que estoy en Barcelona, pero he tenido problemas técnicos (técnicos de mi ignorancia acerca de WordPress y familia) que me han impedido contar mis cosillas por aquí últimamente. Una vez medioapañao el tema (y mientras preparo mi nuevo blog), os invito a tomar una leche merengada en El Tío Ché, aquí mismo en el Poble Nou.

Leche merengada de El Tío Che en el Poble Nou

O un chocolate con churros en la Xurreria Rosita, en Mataró. Allí sí que saben hacerlos, son ligeros y crujientes, ¡y no les echan azúcar!… te la pones tú en la mesa si quieres. Un lugar digno de peregrinación.

Xurreria Rosita en Mataró

Casi sin saberlo, desde que he vuelto de Londres me siento atraído por cosas sencillas y tradicionales, muchas de ellas procedentes de otro tiempo. La horchata, la leche merengada, los barquillos, los churros. Hace tiempo que desarrolle una teoría doble, que vale tanto para el mundo de lo dulce como para el de lo salado, algo así como «el axioma del chocolate y el queso». Mi idea fundamental es que el chocolate (siendo algo maravilloso que adoro) ha destrozado la dulcería y la repostería. Cualquier mal producto se envuelve en chocolate para disimular la falta de maestría o la baja calidad de los ingredientes. Según pasan los años, los mostradores de pastelerías van perdiendo en variedad (cada pocos años muere una vieja especialidad que ya nadie pide), y cualquier producto es susceptible de ser chocolatado (por baño, relleno, cobertura, etc).

Por supuesto los gustos van y vienen; ahora no comemos las cosas que fascinaban en el S.XIV, y no por capacidad y poder de disponer de cualquier alimento, sino por mero cambio de costumbres y modas. Siendo esto algo normal, me da mucha pena. Creo que, de alguna manera, el gusto se está haciendo cada vez más tosco, sólo saciable con sabores que lo llenen, como el chocolate; la canela, el limón o el cabello de ángel lloran su triste canción. (El clavo y el agua de azahar hacen los coros).

Todo lo dicho arriba vale para la invasión del queso. Soy un amante del queso, un verdadero loco del lácteo, pero me apena ver como la falta de imaginación se suple con queso: fundido, en daditos, en polvo, algo terrible para la diversidad de la gastronomía, una plasta que va reduciendo la variedad de sabores y la sutileza o sencillez de muchas preparaciones. (El día que vea un bacalao al ajo arriero con gratinado de queso tal vez sea el día que lo deje todo y me decida a hacer la revolución.)

Pienso todas estas cosas mientras bajamos a diario al Tío Che a tomar leche merengada…ese sabor que es la base de tantos postres de toda la vida… cosas humildes y sin demasiadas pretensiones como el arroz con leche, las natillas, las torrijas…cosas que perviven de un tiempo anterior, antes de que la abundancia del chocolate lo embadurnara todo. Cuando disfruto con estas cosas, sencillas en su preparación, pienso cómo la comida tiene una capacidad obvia, la de descubrirnos otros lugares y transportarnos allí. Pero puede hacer algo aún más increíble: llevarnos a otro tiempo cuchara en mano.

* En El Tío Che dan cosas increíbles, como granizado de cebada, o combinaciones de los refrescos más tradicionales, que dan curiosas mezclas, como el «Mig i Mig» o el Cordial.

Publicada en Barcelona, Bebidas, Dulce, Sin más, Tíoteorías | 15 Comentarios

Permanezca en sintonía

Estoy teniendo algún que otro problema con el CHOMD, o el .php, o alguna de estas cosas del universo cibernético. Esto me impide postear sobre la leche merengada del Tío Ché, o la Churrería Rosita, a ver si consigo arreglarlo (any help is more than welcome).
…»Permanezca en sintonía mientras solventamos el problema»

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Melocotón de Maella

Ahora que estoy de vuelta en España, sigo en un continuo reencuentro con alimentos conocidos pero que aparecen como novedades maravillosas ante mis ojos. Cosas sencillas, las mejores cosas.

Melocotón de Maella

Maella siempre había estado en la parte de mi cabeza que recuerda esculturas y cuadros, ya que es donde nació el gran Pablo Gargallo, pero he descubierto que está en medio de la zona que define la D.O. «Melocotón de Calanda». Así que ahora cuando saboreo un melocotón visualizo inconscientemente el profeta vociferando mano en alto y pienso en las increíbles cosas que Gargallo hacía con el aire, con el vacío.

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Carolina, Bilbao

La Carolina es un pastel de merengue que siempre he conocido con este nombre en Bilbao. Tiene una base de masa quebrada y un cono de suavísimo merengue adornado por un lado con yema y por el otro con chocolate. Al igual que muchos otros dulces, su aspecto, su recuerdo, siempre es superior a la experiencia en si. No obstante, volver a estar en Bilbao por unos días, merece una Carolina.

A veces pienso que hay toda una serie de postres y pasteles que están en peligro de extinción, dado el contínuo cambio de gustos de la gente. Imagino que siempre ha sido así, pero da como pena, estos dulces de la memoria…

Carolina

Fotonokia

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Este pancito

Pan casero de centeno, semillas y especias.

Pancito de semillas y especias

Lleno de sabor y con una textura casi cárnica al masticarlo*. Londres me enseñó a hacer pan hace ya más de 2 años, en Camden Town, y este es el pan de despedida de esta ciudad, en Hackney.

Harina integral de centeno, una pizca de harina malteada de Wessex, masa madre, semillas de girasol, cáñamo, lino, nueces, piñones, alcaravea, comino, hinojo, miel, sal y, eso sí, muchas horas leudando.

*(Es muy amigo de la mantequilla y el aguacate)

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Manti e Ibrahim Tatlises

La comida,como cualquier otro viaje, siempre trae sorpresas.

El otro día hemos descubierto otro restaurante turco favorito en Londres, también en la zona Dalston/Stoke-Newington. Por aquí hay varios tipos de restaurantes turcos: están los ocakbasi, sitios con maravillosas barbacoas donde tomar carnes a la brasa; los salones de lahmacun y pide, a menudo con hornos de leña donde se hornean estos panes planos llenos de sabor; y luego están los restaurantes de «guisillos», que ocuparían los puestos más altos en el indicador barranquesa (TM) de Andoni Munduate, o sea, caseros-caseros.

Habíamos pasado por este sitio varias veces y habíamos visto a las mujeres que diariamente elaboran laboriosamente los manti sobre una mesa camilla: primero estiran la masa hasta que ocupa toda la mesa; luego la cortan en rejilla con un cortapastas; rellenan cada trocito de pasta con un poco de relleno; y, finalmente, hacen paquetitos de pasta apretando con las puntas de los dedos para cerrarlos. Así que no pudimos resistirnos a probarlos. De hecho probamos muchas otras cosas, como kofte de trigo bulgur cocidas con relleno de carne, o estofado de berenjenas y cordero.

Los manti son pequeños saquitos de pasta (casera en este caso) rellenos de carne y que se sirven con yogur y un toque de picante.

Manti con yogur

Simplemente maravilloso, uno de esos platos que te hacen viajar sin salir del plato. Instantaneamente me acordé de los halusky cubiertos de queso fresco o crema agria que tomamos en Eslovaquia. Este plato se unió en la memoria de los sabores a esa legión de platos hogareños, suculentos e inmortales.

De hecho, este viaje gastronómico me trajo otro descubrimiento, la música de Ibrahim Tatlises, un cantante turco con una voz profunda y con resonancias flameco-mediterráneas. No obstante, me pregunto por qué siempre que un viaje me descubre cantantes…tienen que tener estas pintas:

Ibrahim Tatlises y Nelu Ploiesteanu

Sí, Tatlises parece que desciende de un jet privado con la camisa entreabierta… y de Nelu Ploiesteanu que voy a decir…

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