¿Es malo el caqui?

La primera vez que vi un caqui debía de ser el año 1993, tal vez 1994. Fue en el Simago de la plaza Zabalburu de Bilbao. Entonces el Champion todavía se llamaba Simago, y seguro que aún había supermercados Vegé.

Caqui, Kaki, Persimonio
Caqui, Kaki, persimonio muy de cerquita

Pues desde hace 14 años el caqui y yo no habíamos coincidido. Me cuesta encontrar algún alimento (de nuestro entorno cultural más cercano, y soy bastante laxo en entornos culturales) que no me guste, pero ayer tuve una mala experiencia.

En lo gastronómico siempre me esfuerzo por ponerme en el lugar del otro; he sido adalid y defensor de grandes causas perdidas, como la fama de la comida británica en España o la de los quesos españoles en el extranjero. Es más, soy propenso a criar gustos adquiridos: «el roce hace el cariño».

Así que ando un tanto perplejo ante mi aventura con el persimonio (y mira que tiene unos nombres bonitos). He leído acerca de las diferentes variedades de caqui que existen, sobre los procesos que se siguen para que no sea un fruto astringente, y hasta sobre la denominación de origen de caqui española, pero no me puedo quitar de la cabeza el episodio vivido.

Desde el principio me dejó frío su sabor dulzón pero insulso; después llegó una ola de sensación alcalina, seguida de una desazón áspera, y culminó con pelusillas en las encías: algo terrible.

Me resisto a pensar que el caqui es así, y estoy convencido de que no he sabido apreciarlo de manera adecuada. Por eso estoy buscando a algún gran amante del caqui que pueda enseñarme cómo disfrutar de este bonito fruto.

De ahí mi pregunta: ¿Es el caqui malo?

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Atascaburras con pimientos al pilpil – HEMC 16 Bacalao

Parece mentira, pero hace ya casi año y medio que participé en el primer HEMC (Hecho en mi cocina), el evento mensual de los blogs culinarios. Desde entonces, se me han ido pasando uno tras otro sin participar. Hoy vuelvo a la carga con una receta manchega, sencilla y mesetaria; el atascaburras.

Atascaburras

El atascaburras es un plato humilde y sencillo para los fríos de la meseta, un plato de esos que apetece comer con cuchara de madera y acompañado de un tinto masticable.

Se compone de un majado de ajos y aceite de oliva, al que se va añadiendo el bacalao desalado, ligeramente cocido, y las patatas cocidas. Se termina adornando con nueces y huevo cocido. Uno puede imaginarse fácilmente las condiciones en las que el ingenio cocineril de nuestros antecesores creó esta delicia. Por ser una receta canónica para el HEMC, no he añadido ni pimentón ni comino, alcaravea, azafrán u otras especias, a pesar de que puedo verlas perfectamente en la composición original de este plato.

Por un lado, tiene ese encanto de los platos pastoriles como las migas o el ajoarriero; platos surgidos en medio del camino, entre la necesidad y el ingenio. Por otro, en mi memoria de sabores, entronca con ese linaje de grandes y densos purés europeos, como el labskaus del norte de Alemania. Platos llenos de sabor con los que enfrentarse al trabajo en las más duras condiciones climáticas.

Para acompañar, hice una de mis guarniciones favoritas, pimientos del piquillo cocinados hasta sacarles un pilpil, como si fuera el mismísimo bacalao que compone el atascaburras.

Pimientos de piquillo al pilpil

Esta preparación la he conocido de toda la vida en casa. Se ponen a freír unos ajos y luego se echan los pimientos en tiras, se va cociendo los pimientos añadiendo agua y removiendo hasta que la mezcla se emulsione y cree el untoso pilpil. Es algo que hay que experimentar, porque la densa textura no puede ni imaginarse viendo solamente la foto. Al igual que para hacer el pilpil de bacalao, hay un truco muy sencillo, que va contra toda la lógica y tradición: poner a hervir la salsa a fuego máximo, haciendo que el hervor a borbotones ligue la emulsión por nosotros. Esto sólo tiene un peligro en el pilpil de bacalao, y es que con la evaporación y concentración de la salsa, la sal también puede concentrarse en exceso. En el pilpil de pimientos, por suerte, esto no sucede.

A modo de receta anárquica (para dos buenos pastores):

– Unas 5 patatas hermosas.
– Un buen tazón de bacalao desmigado (¿300-400 gr?). Esta receta tiene la ventaja de que las patatas absorberán con gusto el exceso de sal del bacalao, así que no hay por qué desalarlo en exceso.
– 2 huevos.
– Un puñado de nueces.
– 4 dientes de ajo.
– Bastante aceite (tal vez ronde los 200 cc, puede que más). Además se echa un poco al final como decoración. Ole.
– Sal a discreción.

* Para el plato de repetir, que siempre se repite, se puede echar pimentón (el plato no le hace ascos al picante) o comino molido.
** Durante años he hecho una versión «express» de este plato: pure de patatas de sobre, lata de atún, pimentón de la Vera. Si tienes kettle se hace en un minuto de cronómetro. Es nuestro «signature dish» (que dirían los finos) cuando vamos de camping, monte o cicloturismo, ya que es facilísimo de hacer y transportar. Un día de estos haré un post de gastronomía campingista, para añorar con gusto el verano, ahora que llegan los meses más oscuros y fríos.

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Diagonal abajo

La vida continúa en Barcelona, Diagonal abajo, a toda velocidad, hacia el mar.

Yuhiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii por Barcelona con mi Sparta

En casa (en una de mis casas!!) tengo un horno con ventilador y estoy experimentando con éxito esto de la convección. Debajo a la izquierda, un pan de trigo con una pizca de espelta que ha salido especialmente ligero. Lo retardé en la nevera una noche, y luego estuvo 5 horas fermentando en su banneton al aire del otoño barcelonés. A la derecha, medio pan que hice con una harina francesa de cinco cereales (con avena y arroz, lo flipas). Este ha quedado abizcochado y dulce.

Pan de trigo y espelta, y de cinco cereales
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El norte de Francia en Barcelona – un amour de fromage

No había ni mal tiempo ni luz plomiza, pero sí las buenas cosas del norte…en Barcelona como si fuera en Francia.

Quesos Maroilles y Boulette d'Avesnes con achicoria

Todo venido desde Lille, en avión, por correo, en mano. Las buenas cosas de la vida.

El de la derecha es queso Maroilles y tiene un aroma bestial, aunque luego no es tan fiero. Es realmente delicioso, una mezcla entre el Pont-l’evêque y el Époisses; ni tan cremoso como el uno, ni tan fuerte como el otro.

El queso de la izquierda es otro queso del norte de Francia, media Boulette d’Avesnes al diente de león. Tiene menos olor que el Maroilles pero con más pegada…casi recuerda al queso picón de Tresviso, de los Picos de Europa, pero el diente de león le da un toque anisado muy curioso. Es el mejor queso que he probado este año.

Los panes no son míos, son de una panadería organicaguaydelparaguay de Barcelona (que aún tengo que visitar), Barcelona Reykjavik. El más blanco es de kamut, el más oscuro de espelta. Éste último no estaba nada malo, la verdad.

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¡Ya tenemos chino!

Aquí, en el centro de Barcelona.

Sopa Won Ton

Un chino de verdad, donde van los chinos a comer. De hecho ,la última vez que fuimos…¡éramos los únicos no orientales! Tienen pasta casera e inmensos boles de sopas con enjundia. Yo soy fanático de la sopa de won ton, y esta es sin duda la mejor que me he tomado en España (además de ser baratísima, ¡sólo 2,50€!).

El menú es inmenso y no tiene nada que ver con la pésima calidad y el sota-caballo-rey de la mayoría de los chinos habituales por aquí.Hay cosas riquísimas y otras que necesitarán un poco de tiempo, como los intestinos de cerdo crujientes (por no entrar en detalles de toda la casquería que tienen allí.

Intestino de cerdo crujiente

El año pasado me apunté a clases mandarín y recuerdo que, cada vez que salía de clase, tenía que ir a cenar chino. Era algo superior a mí, como si Confucio, Mao Tse Tung y todo el KouMinTang al completo me empujaran a ello. Pensé que, una vez lejos de Londres, eso no podría volver a pasar…pero parece que ya puedo retomar el mandarín con tranquilidad. Tai hao le!

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Llegar de madrugada…

…y encontrar algo casero bajo un paño de cocina.

Panellets caseros

De noche, la casa está tranquila, las visitas duermen y los panellets esperan en el plato de metal. Los panellets no son (como diría un inglés) mi «taza de té»…vamos, que me gustan «conceptualmente»; o sea, su idea, su visión, sus ingredientes. Pero después de la autopista y la noche son una bienvenida inmejorable.

Y comerlos en silencio en la mesa del salón.

Ha empezado noviembre y sigo en la carretera, de aquí para allá, con mis cosas repartidas en casas a orillas del Cantábrico y del Mediterráneo. Así que disfruto de estas sensaciones, compartidas, fugaces: llegar de madrugada y encontrar un plato de comida casera.

O compartir unas tostadas de hígado de bacalao ahumado mientras se fríen unas patatas en grasa de pato; la ventana abierta y barcelona entrando por encima de los tejados.

Hígado de bacalao ahumado

Viviendo en Barcelona como si estuviéramos en el norte de Francia.

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Las bandejas

Ultimamente ando de aquí para allá, cocinando muy poco, comiendo muy mal, y viajando mucho por la carretera, visitando los lugares del pasado.

Bandejas de Caja Laboral

Las bandejas del pasado, con la superficie llena de antañazos, digo arañazos, y raspones; ligeramente oxidadas en los bordes.

Estas bandejas separándonos del pasado. Me imagino que, cuando las vi por primera vez, mis ideas sobre la vida y las cosas eran diferentes. El mundo era más pequeño entonces; se dividía en Caja Laboral y Caja de Ahorros de Vizcaya. Ahora tiene más lugares: Barcelona, Altona, Hilversum, Fonolleres.

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