Mini Super oxímoron.

Y mini super cono.
Mini Super oxímoron.
Y mini super cono.
Antes de desvelar el peso del ejemplar de The Handmade Loaf de QJones, le quiero agradecer de nuevo su generosidad y también daros las gracias a todos los que habéis participado. La verdad es que se ha creado un ambiente majo de emoción con una cosa tan sencilla.
Bueno, pues el libro pesa: (¡ay, qué nervios!)
¡Exactamente 925 gramos! Con lo cual, la ganadora del Primer Gran Concurso Dan Lepard ha sido: Roser (de A Taula) con una aproximación de 931 gramos. Enhorabuena, Roser, la verdad es que me alegra mucho que te lo lleves porque sé que ultimamente le estáis dando de lo lindo al pan.
Ahora conoceréis a Wasily y sus cerdos felices; a Frank y su maravilloso horno berlinés de los años 50 que cuida con orgullo; viajaréis a Italia para tomar farinata; y aprenderéis los secretos del pan sueco (entre muchísimas otras cosas).
El segundo premio ha estado realmente apretado, y se ha decidido por…¡tan sólo 4 gramos! El afortunado ganador de la guía de panificación del Guardian ha sido fissdonosti con 948 gramos. Desconozco quien está detrás del nick (aunque yo, que soy muy observador, me huelo de donde viene) pero le doy la enhorabuena también, se lleva una pequeña joya que, al contrario que el libro, ya no se puede encontrar en ningún sitio. Seguro que te da horas y hora de disfrute panaderil.
Para que QJones y yo procedamos al envío, mandadme un mail con vuestras direcciones a tequedasacenar en gmail.com.
A todos los demás, gracias por participar y por vuestra simpatía (sobre todo a la que intentó comprar al jurado con un suquet de bogavante; buen intento, estuve a puntito, me pierde el bogavante). Os espero en el próximo Gran Concurso de ¿Te quedas a cenar?, que no tengo ni idea de cuando será, pero seguro que nos lo hace pasar igual de bien.
Pues sí. Mientras espero que me traigan mi nuevo horno, me dedico a hacer experimentos con masa madre. Así, el otro día me encontré con un poco de masa que me daba pena tirar.
El pan solemos meterlo al horno para su cocción, pero se puede hacer de muchas otras maneras: frito, al vapor, cocido, en una chimenea, a la plancha, enterrado en un buen rescoldo, etc.
Así que yo la freí.
Todavía caliente en mi mano. Sorprendentemente no quedo muy aceitosa. Está frita casi tal cual es, la pobre. Le puse un poco más de harina pero ni sal ni azúcar. Quedó bien rica, recordaba muchísimo al «pan chino» que dan en los restaurantes chinos de España, donde no comen los chinos. No se doró demasiado (en parte por la falta de azúcar), pero fue un curioso experimento.
El próximo día pondré más aceite en la sartén (para que salgan pelotitas más redondas) y haré una dulce (tipo pan chino) y otra completamente cerdoncia con un poco de queso dentro.
Así se llama este pastel inglés de carne de cerdo que proviene del pueblo homónimo (donde también hacen queso Stilton). Este de la imagen es un buen ejemplo del auténtico Melton Mowbray: tiene las paredes abombadas, ya que no se usa molde para hacerlo; y la carne es grisea y en trozos, ya que la que usan es fresca, no en salazón ni en conserva.
Los británicos son muy de pasteles salados: desde el pastel de riñón a la empanada de Cornualles (cornish pasty) o este mismo de cerdo. A diferencia de los típicos pies calientes, que se toman con puré de patatas, mash, y salsa, gravy (de carne, de perejil, etc.), este se toma frío. Uno se los puede imaginar perfectametne de cacería, con la levita roja, sacando de una cesta de mimbre el Melton Mowbray y los pepinillos agridulces, «¿Otra cebolleta, my dear?».
Los productores de Melton Mowbray llevan tiempo luchando para que la UE les otorgue la denominación de origen, para preservar la calidad y autenticidad de este pastel.
Si no puedes hornearlo, usa la chimenea
El otro día, aún sin horno, freí unos trozos de masa. Entonces recordé que hace un par de años, en nochevieja, estaba en una casa sin horno (pero con chimenea) e improvisé un pan a la manera más tradicional: pan hecho en brasas.
Aquellas navidades había bajado en coche desde Londres, y me había traído el bote de masa madre para enseñar a mi madre (¡qué curioso!) a hacer pan. Ya de vuelta, en los Pirineos, al rico calor del hogar, recordé como Elizabeth David (en su magnánimo «The English Bread») cuenta que, hasta bien entrado el s.XIX, en partes de Gran Bretaña (en Gales y Devon) se podía aún encontrar este sistema que viene directamente de la edad de bronce. Se cree que antiguamente los panaderos empezaron a cocer las tortas de pan bajo brasas y cenizas hasta que estaba bien hecho. Después se empezó a poner el pan bajo un recipiente invertido (como en la foto), de esta manera la falta del peso de las brasas permitía una ligera subida del pan, mucho antes del descubrimiento del pan con levadura.
Así que, aprovechando una buena cazuela de barro que había en casa, puse en práctica este método milenario.
Se hacen unas buenas brasas y, una vez que la solera de ladrillos está bien caliente, se apartan las brasas y se pone la cazuela de barro para que vaya absorbiendo calor. Después, se levanta rápidamente la cazuela para no perder el calor, se desliza la hogaza debajo y se rodea de nuevo con las brasas. Lo bueno de este sistema es que la cazuela forma un horno muy hermético, y la propia humedad de la hogaza al cocerse crea una corteza fantástica.
La verdad es que los panes salieron deliciosos, algo manchados de ceniza por debajo. Pero lo que fue inigualable fue el sentido de comunión con los panaderos que me habían precedido hace milenios. Su sorpresa al sacar de la cazuela las hogazas humeantes y deliciosas fue mi sorpresa; su asombro ante su textura y sabor fue mi asombro. Algo único.
Como estamos en invierno, e imagino que muchos de vosotros iréis a la nieve o a casas con chimenea, os pongo este maravilloso recuerdo y os animo a que probéis este sistema telúrico y primigenio.