Diario de un aprendiz de panadero: olores

Es curioso, realmente no es el olor a pan lo que más me llama la atención de trabajar aquí, al menos no el «olor a pan» que suele venir a la cabeza; ese olor a corteza dorada y cereal tostado.

Por el contrario, son otros olores los que llenan las noches. En cuanto al pan, es sobre todo el olor de los fermentos lo que más me gusta, la masa madre de centeno es una criatura con un olor sencillamente celestial; y también el de las masas frescas, antes de pesarlas y darles forma; un olor limpio, puro como una sábana blanca; incluso el olor mate y maderoso de las harinas. Pero al principio de la noche, nada más entrar a trabajar, lo que notas es la granola. La hacen muy buena (y eso que yo no soy muy de granola); es una mezcla de cereales y nueces varias que puedes tomar con leche o yogur, o sin más, de lo rica que está.

DAPGranolaBags

La granola se tuesta lentamente en grandes bandejas, hasta que empieza a soltar su aroma y la avena está crujiente y caramelizada. Pero, por si fuera poca la cantidad de nueces que lleva acompañando al cereal, además tiene (entre otras cosas) sirope de arce, con lo cual todo el edificio se llena de ese aroma entre malta y caramelo. Y ya es difícil que un aroma se imponga aquí, porque el turno de mañana no para de hacer hojaldre, tartas, pastas, galletas y demás objetos aromáticos llenos de mantequilla, azúcar, especias y fruta.

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Al poco de entrar, al comienzo de la noche, siempre pasa alguien ofreciendo una ronda de café; café centroeuropeo. Vamos, que nunca he estado en Polonia, pero he compartido trabajo con polacos, checos y eslovacos, y he observado que toman el café de manera similar, parecido al modo turco (con los posos de café en el vaso), pero hecho con café molido para máquina y en taza grande. No lo tomaba así desde que visité Checoslovaquia, y realmente me encanta, además de los buenos recuerdos que me trae; incluso cuando se te llena la boca de posos, y sabes que es el momento de dejar de sorber. El resto de la noche tomo té con leche y sin azúcar, para escándalo de mis compañeros (por lo chocantes que les parecen ambas cosas).

Este es un sitio peligroso si tienes buen olfato; del horno emergen aromáticas las focaccias, de romero, de cebolla y parmesano, de perejil y olivas, incluso una dulce de uvas aromatizada con semillas de hinojo y  con un brillante glaseado (en la foto inferior).

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Antes y después del horno son tan bonitas que podrías empapelar tu cuarto con ellas. La masa es bastante ligera y elástica; cuando alguna vez sobra un trozo, la estiramos y le ponemos cualquier cosa encima para una pizza brutal. Los hornos están siempre encendidos, es maravilloso.

Un sabor cotidiano que me ha sorprendido especialmente es el del ketchup; aquí también hacen su propio ketchup, una pasta oscura y llenísima de especias, al estilo de los grandes ketchup del Este de Europa. El ketchup lo venden en unas botellitas deliciosas, como petacas, y siempre hay por aquí una para que el staff sazone su comida. En mitad de la noche, sentado sobre una mesa de acero inoxidable, comiendo fugazmente alguna cosa, con un poco de esta substancia aromática.

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Menos mal que trabajamos con casacas y pantalones que se mandan a la tintorería cada día, ¡porque si trabajase con mi propia ropa, seguro que no habría manera de quitar todos estos olores!

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Diario de un aprendiz de panadero: la calidad de los ingredientes

Desde que llegué aquí me he dado cuenta de que no se andan con chiquitas; todo tiene que ser perfecto. Si algo no cumple con las altísimas expectativas, no vale. Esto es así tanto para los ingredientes como para el producto final. He trabajado en restaurantes, hoteles y demás, y nunca había visto el compromiso con la perfección que me he encontrado aquí. No hay atajos, no hay mentirijillas, no hay productos que no son lo que tendrían que ser en un mundo ideal.

Por ejemplo, el otro día había que hacer las migas que coronan uno de los muffins que hacemos, el de zanahoria, que lleva unas migas con varias semillas (una sensación increíble hincarle el diente).

DAPCarrotMuffin

Pues todo empieza con una mantequilla francesa especial de pastelería con denominación de origen Charentes.

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Todo es así, no hay concentrados, saborizantes ni sucedáneos. Todo se elabora con los mejores ingredientes y con tiempo. Hablando de muffins, todos los que hacen son sabrosísimos y llenos de cosas ricas. Los de arándanos tienen arándanos frescos, nada de congelados ni imitaciones; y tienen muchos, muchos. Vienen cada día redonditos, perfectos, delicadamente colocados en bandejas, y da gusto verlos después dentro de la masa del muffin, llenos de sabor.

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Para los de mango y fruta de la pasión (en segundo plano, a la izquierda), se usan mangos frescos, maduros, y se pelan y cortan justo antes de incorporarlos a la masa; el turno de día se encarga de hacer un purecito con la fruta de la pasión.

Con los panes pasa lo mismo, las harinas son de una calidad que llama la atención. Vienen en grandes sacos, pero para trabajar con más comodidad se ponen en unos contenedores grandísimos; hay una de espelta en la que uno se tiaría a bucear. Es marrón, sedosa. Se usan tanto harinas británicas como de ultramar. Para el pan italiano, por ejemplo, se usa una harina italiana como dulzona, suave, crea una miga esponjosa y una corteza preciosa.

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Otro día hablaré de los sabores aquí. La verdad es que los olores y los sabores son un continuo estímulo, igual que la música tecno polaca* y rusa que suena durante toda la noche (estoy haciendo un master que complementa la licenciatura en tecno ruso que hice durante el viaje a Georgia en vacaciones).

*De vez en cuando, suena alguna canción más tranquila, como Lornetka («prismáticos» en polaco), la historia de un hombre que se pasa las noches observando a Bernadette con sus prismáticos, y durante el día no puede trabajar, del cansancio, hasta que lo acaban echando.

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Diario de un aprendiz de panadero

He venido a Londres un mes para trabajar por las noches como aprendiz de panadero. Así que paso las horas entre fermentos, harinas, ingredientes deliciosos y compañeros polacos. Se me ha ocurrido empezar un pequeño diario de estas semanas, de las sensaciones, los olores y las gentes.

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Estoy en la panadería de Ottolenghi, un restaurante (tiene 4 sedes) que pone sobre todo el acento en la calidad de los ingredientes y en que todo esté recién hecho, fresco y casero. En el turno de noche hacemos los panes que se servirán en los restaurantes, además de los que se usan para hacer sándwiches y para la venta directa.

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Sobre esta línea, los sourdough en sus bolsitas, frescos, fragantes, listos para que venga Adam con la furgoneta y se los lleve por todo Londres. El sourdough de Ottolenghi ganó un premio al mejor sourdough comercial en Londres este mismo año, está hecho con una masa madre centenaria de Dinamarca. Cuando lo cortas huele casi a regaliz, a cereal, a cosas buenas. Debajo, los pequeños de centeno; recubiertos de avena y con avena también en la masa; al hornearlos se abren como un repollo; como una «kapusta» que dicen mis compañeros polacos. Su aroma también es impresionante; la miga húmeda y grisácea.

Por la noche también se preparan los sandwiches de venta; son bocadillos bastante burros, con generosísimos rellenos, muy del gusto inglés; con ese toque mediterráneo, pero con un sabor tras otro. Para muestra, el sandwich de brioche de salmón.

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Para empezar se hacen unos brioches muy graciosos, redondos y planos como pastillas, coronados con unas semillas de cilantro, con una miga amarilla que huele a mantequilla, se untan con una crema de queso Philadelphia, cebollino y crema agria, luego se ponen unas hojas de albahaca, salmón horneado y se acaba (falta en la foto) con una hojita de rúcola; la locura.

Aquí todo es muy sabroso, no se andan con recortes en ingredientes, otro día hablaré de la calidad aquí; algo increíble. Bueno, esto es todo por hoy, llevo 3 días y ya casi he cogido el ritmo a trabajar de noche (no lo hacía desde el 98); suena la música polaca durante toda la noche y siempre hay una taza de Tetley a mano.

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La última tostada

Crujiente, con bien de mantequilla.

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Antes de partir de vacaciones.

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Zumo de cereza y sandía

El zumo de cereza es bastante bruto; espeso, tan dulce que es casi amargo. Mezclado con sandía es la locura, refrescante y muy sabroso. El sabor recuerda un poco a las bebidas de granada que se han puesto de moda los últimos años.

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Las cerezas estaban bien maduras, las podías notar en la lengua y en los labios.

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Panes de fiesta

Ayer fue otro de esos días de mucho pan, de levantarse pronto, tener el horno encendido y pasar el día haciendo pan. Aunque la última vez que me metí en un jaleo de estos juré no volver a hacer pan comercial en casa (por la falta de medios), como me lo pidió una amiga no me pude negar a este encargo. Unos pancitos variados para una ocasión especial; 7 masas muy diferentes para entrener el diente con una copa de cava en una tarde de julio.

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Realmente no luce todo el trabajo que lleva hacer cosas pequeñas. Mientras que con 1 kg de masa haces una hogaza en poco tiempo, pesar, dividir, formar, rellenar, bañar y hornear piezas de 25 g tiene bastante trabajo. En la imagen superior (en sentido de lectura): bases para coca de recapte, grisines de queso, pan de centeno con pasas y nueces (para rebanadas de higos y foie), brezels, botoncitos rellenos de olivada y de pesto de perejil y grana padano, y flores de bollos de pumpernickel con alcaravea.

Así, en la mesa, de un vistazo, tampoco parece gran cosa, pero menos mal que andaba mi hermano de vacaciones por aquí y lo sometí a la dictadura de la harina.

En las siguientes fotos: brezels en plan industrial (antes de su baño de sosa caústica) y botones rellenos. Con el pesto de perejil que sobró hicimos unas tostadas para comer; parecía kriptonita y estaba riquísimo, ya que el perejil daba un saborazo, un picorcito y un dulzor increíble; otro día lo repito con pasta.

Panada3Panada2Panada4

Como ya estaba metido en harina y el horno estaba caliente, me lié a hacer una corona festiva de Hungría (bueno, del increíble libro de Jeffrey Hamelman, BREAD). Tiene muchos fallos, pero me gustó la idea de la corona para una ocasión especial (el pan hecho en casa ya es especial de por sí, y el mejor regalo para alguien que sepa apreciarlo); así que seguramente la repetiré. Pero en un momento en que tenga menos de 30 grados en casa, ya que la masa se descontrola, y no hay quien trence con tranquilidad.

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Curiosamente, aunque hice la corona como elemento decorativo, ¡la gente acabó comiéndosela!

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Pan georgiano

Justo antes de las vacaciones en Georgia, a modo de calentamiento: un pan georgiano.

PanGeorgiano

Es alargado y mucho más tierno de lo que parece por la fotografía (aquí un vídeo de la panadería); recuerda bastante al naan indio, de hecho lo hacen con la misma técnica en un horno muy parecido al tandoor indio: pegado a las paredes de un horno de apertura superior con las brasas en el fondo. Imagino que son de estas cosas que van de un confín del Asia al otro, pasito a pasito por la Ruta de la seda, dejando innumerables primos por todo el camino, como los manti turcos o el pan non vendido en los caminos de Uzbekistán.

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