Una Mahou en Madrid es de las cosas que más me gustan.
Sorprendentemente para un habitante del Cantábrico, te la suelen traer con un poco de comida gratis.
En buena compañía, pocas cosas mejores.
Una Mahou en Madrid es de las cosas que más me gustan.
Sorprendentemente para un habitante del Cantábrico, te la suelen traer con un poco de comida gratis.
En buena compañía, pocas cosas mejores.
Un vinatero riojano en el Bierzo. Ricardo me enseñó a pelar las pencas de alcachofa para aprovechar la parte tierna del tallo. El centro de color más claro y carnoso oculto tras la fibrosa piel.
Se las trajeron con largos tallos desde casa. Los dedos negros y su preciosa navaja francesa.
Coció las alcachofas al vapor y, después, con todas las hojas descartadas al pelar, hizo una especie de puré ligero con sabor limpio a alcachofa que envolvía a los corazones de alcachofa. Qué bonita la expresión coeur d’artichaut, corazón de alcachofa, enamoradizo.
Directa de Noreña.
La trajo Joaquín, un asturiano grande, risueño y de habla maravillosa. Envuelta en hojas de berza. Aunque llevaba 5 horas reposando, aún guardaba algo de calor. Cortarla con su navaja y que emergieran los trozos de sabadiego y panceta, aromáticos, brutales.
Joaquín me contó que a él le gusta hacerla con leche en vez de agua. Era un pan denso, jugoso, dulce, nutricio y telúrico hasta donde uno puede imaginar.
In the Silkar.
In the night.
(Tanto como «la mejor tortilla»…)
Queso de leche cruda de oveja con azafrán (y pimienta negra). Casi nada.
De Sicilia.
No me suelen decir mucho los quesos aromatizados o con cosas, pero me pierde el azafrán; en dulce, en salado, en fermentado… Curiosamente, en una conexión lácteo-cósmica-sideral, me recordó ligeramente al pera, mi dulce indio favorito. Esa manera de mezclar el gusto lácteo profundo y el toque del azafrán.
Queso teñido, como se ha hecho por gusto y moda durante siglos. La idea de comer comida de colores.
Un martes.
Aunque parezca increíble, los calçots al horno quedan inesperadamente buenos (ya, ya, ya; ya lo sé).
Eso sí, la oficina apesta a cebolla.
Caldito
Con su hueso, su col, su nabo.
Vivo en una casa con dos cucharas. El otro día creo que me olvidé una en un curso en el Bierzo, la otra no consigo dar con ella. Así que he tenido que servirme el caldito en el tazón y beberlo a sorbos. No es mala cosa.
Estoy vaciando el congelador (garbanzos, lentejas, caldo, bollos de cardamomo), es hora de marchar a otro lugar.