Doce uvas

Doce uvas en Barcelona

Doce uvas

Feliz 2008 a todos.

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El bollo de mantequilla de Bilbao

Este es el post del bollo de mantequilla de Bilbao. Hace tiempo le dediqué una pequeña reseña llena de nostalgia a esta joyita bilbaína. Basicamente se trata de un bollo suizo abieto por la mitad y relleno de mantequilla batida, de pastelería. Como estoy unos días por Bilbao, he tenido tiempo de cumplir un pequeño sueño, una peregrinación bollísitica. Sin intención de decir «este es mejor» o «este es peor», he ido a cinco pastelerías de toda la vida del centro de Bilbao para llenarme de bollo de mantequilla, ver sus cualidades y, tal vez, ahondar un poco en el alma bilbaína.

Bollos de mantequilla en sus paquetitos
Por suerte para los bilbaínos (o bilbainos, como se hacen llamar los más bilbaínos), hay en Bilbao muchísimos más obradores que estos cinco de mi elección. Los bollos los recolecté una mañana de domingo en el ensanche de Bilbao. Ese nuevo Bilbao que surgió a finales del s.XIX cuando el corazón original del bocho, sus siete calles y aledaños, estaba saturado. Puede que fuera en ese momento, con el cambio de siglo y la llegada de los cafés a Bilbao, cuando se importara la afición por el bollo suizo y su rica miga. Sea como fuere (los más interesados podéis leer a Manuel Montero o Carlos Bacigalupe escribiendo deliciosamente sobre el tema), Bilbao disfruta desde hace tiempo de una gran cultura cafetera y bollística, expresada en un sublime café con leche (es puro vicio, lleva leche concetrada) y una gran variedad de bollos y pasteles para acompañarlo: el bollo de mantequilla, el pastel de arroz, la Carolina, la Cristina, el jesuita, etc.

Pero vamos a por el bollo de mantequilla, los bollos, en cuestión. Para ver los bollos como si estuvieras en Bilbao, pincha sobre cada imagen.

Bollos de mantequilla de 5 pastelerías de Bilbao
De izquierda a derecha: New York, Arrese, La Suiza, Nts. de M. Zuricalday, Don Manuel. Por su forma, tal vez el más ortodoxo sea el segundo, el de Arrese. Esa forma ovalada y perfecta, algo brillante, con azúcar repartido homogéneamente en la superficie y la mantequilla que se adivina saliendo por el corte que lo recorre de lado a lado: este es el bollo de mantequilla canónico.

Antes de catarlos (bien acompañado para la ocasión), los pesé. Van desde los 72 hasta los 105 gramos (poca harina para los 1,15€ – 1,25€ que valen), pero la mayoría están entre los 75-85 gr. Sorprendentemente, el segundo y tercero (Arrese y La Suiza) pesan practicamente lo mismo, pero el de La Suiza es casi el doble de grande. Esto nos puede dar una idea de las diferencias en miga, ingredientes y tiempos de fermentación, una auténtica galaxia bollística. Si a esto le añadimos las variedades en mantequilla, ¡es un universo bollístico!

Pero veámoslo más de cerca, aquí están. Pincha sobre las imágenes para dar un buen mordisco a cada bollo.

Bollo de mantequilla de la pastelería New York, Bilbao
Bollo de mantequilla de la pastelería Arrese, Bilbao
Bollo de mantequilla de la pastelería La Suiza, Bilbao
Bollo de mantequilla de la pastelería Nts. de Martina Zuricalday, Bilbao
Bollo de mantequilla de la pastelería Don Manuel, Bilbao
Las migas difieren sorprendentemente. La de Zuricalday pudo ser la más equilibrada, ni muy hinflada, como La Suiza, ni muy panosa, como la de Arrese. La de Don Manuel era la única que difería en tono, ya que era la más amarillenta.

¿Y las mantequillas? Un visitante preguntó una vez en un comentario de este blog: «¿De qué está relleno un bollo de mantequilla?»; creo que es una gran pregunta, ya que es la combinación fundente de mantequilla y miga lo que da su magia al bollo de mantequilla. Estos cinco bollos varían mucho en cuanto a cantidad y tipo de mantequilla. El que más tenía era el primero, el del New York; tenía mucha pero era casi como nata montada, muy ligera. En el otro extremo, el de Zuricalday tenía lo más parecido a mantequilla casera. Las que más nos gustaron por textura sedosa y sabor (ni dulcísimo ni soso) fueron con diferencia la de Arrese y la de Don Manuel.

La verdad es que (como se puede ver en la imagen inferior) fue un proceso laborioso, una prueba de resistencia solo apta para auténticos chimbos (como se conoce también a los bilbaínos).

Cata de los bollos de mantequilla en una mañana bilbaína
Fin de la cata de bollos de mantequilla
Poco a poco fuimos trasegando el café (sí, también se pueden tomar los bollos con ColaCao) y los bollos. Con esa sensación placentera, dominical y ociosa.

Mis sitios favoritos para tomarme un café con leche y bollo de mantequilla los últimos años han sido Don Manuel* y el New York. Curiosamente, el de Don Manuel fue el que más nos gustó a todos (pero, claro, sobre gustos no hay disputas).

Queda pendiente para la próxima visita a Bilbao un post sobre los otros clásicos para tomar con el café en Bilbao (a saborear preferiblemente en una «degus», que es como se llaman en Bilbao las pequeñas cafeterías de charla y sirimiri).

* Otra nota triste para Bilbao. Después de el Motrikés y el Basaras, el Don Manuel que conocíamos ha desaparecido. Lo han renovado con irrefrenable frenesí de modernidad. Donde antes había una pastelería con tres o cuatro taburetes y un ambiente tranquilo y sobrio, ahora hay un lugar con aspiraciones, de lineas puras, donde reina el negro (combinado con el blanco); las luces son apliques cúbicos negros y los tiradores de las cajoneras son perfectos cubos plateados. Su deliciosa gama de pasteles la sirven ahora en platos cuadrados y las tazas llevan ahora su nuevo logotipo que, como no, está escrito en minúscula.

PS: Más pasteles de Bilbao, carolina, pastel de arroz, etc. (marzo 2007).

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Chocolate Simón Coll

Chocolate Simón Coll a la piedra, de Sant Sadurní d’Anoia.

Chocolate Simón
Chocolate Simón a cachitos
Chocolate Simón a la taza

Me gusta, por las noches, tomar un chocolate negro, como si fuera un café, pero que me deje dormir. Me encanta la sensación caliente en la tripita. Para estos casos, no hago el chocolate a la taza con leche, al modo tradicional. Me gusta tomarlo más negro y ligero, así que aumento la cantidad de chocolate y lo deslío en agua. Es muy simple: chocolate, agüita del avellano, tres salves y un padre nuestro y la gracia de tus manos.

Este chocolate Simón Coll está muy bueno, la verdad. En vez de estar aromatizado con la típica vainilla, tiene canela; me recuerda mucho a uno que tuvimos, traído directamente de México (qué rico sabía en el oscuro invierno inglés). Aquel tenía un sabor más intenso a canela, si cabe.

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Tomando mate en Barcelona

Hace ya semanas que andaba con ganas de un matecito. Soy un mateador estacional; lo mismo me da y me pongo a matear como un loco, que no mateo durante siglos.

Creo recordar que, ya antes de volver de Londres, me apetecía mucho matear, pero este deseo pertinaz ha debido de ser algo inconsciente, por todos los argentinos que hay aquí en Barcelona.

Matecito en Barcelona con torta de anis y ajonjolí

Debo mi amor al mate a mi familia argentina, que me transmitió este sencillo placer. Incluso me enseñaron a cebar el mate (de una manera decente para un gallego), sacarle esa espumita que tiene el mate cuando sabe re-bueno.

Mate con su espumita rica

Aquí no tengo una pava en condiciones ni termo para el agua, por eso la caliento con la kettle que me traje de Inglaterra (¡que no se enteren los argentinos!).

Recuerdo el mate en el verano austral, ashá en 9 de Julio o en Córdoba. No obstante, se me hace imposible tomar mate en el verano de acá. Así que me deleito con este matecito invernal pensando en mi familia, sentados en la veredita, al calorcito de diciembre. En vez de tomarlo con galletitas, lo acompaño con una torta sevillana de ajonjolí y anís, que es otra forma de españolizar este matecito.

cámbiele la cebadura y arrímele otro tizón… (José Larralde, «Herencia pa’ un hijo gaucho 2»).

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Turrón salado y chocolate contemporáneo de Barcelona

Barcelona es, según mis observaciones, un sitio de contrastes; convive aquí una manera muy particular de ser tradicional y castizo, con un ansia por ser muy moderno. Parece que nada es lo suficientemente vanguardista, y nunca hay suficientes cosas escritas en minúscula.

Para estas navidades han llegado a casa (todavía no los hemos probado) un par de productos de chocolate: un turrón de chocolate con kikos y cacahuetes de Elies Miró (sí, lo de la foto son copos de sal); y un chocolate amargo de Oriol Balaguer, en el paquete, al lado de la lista de ingredientes, pone «Año de creación, 2002».

Turrón salado con kikos de Elies Miró
Chocolate de Oriol Balaguer

Todo ello muy moderno, sí. En cuanto lo pruebe me quitaré esta curiosidad moderna que me recorre.

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Cervezas del norte

Más cosas del norte, del punto donde Francia se encuentra con Flandes. Allí donde, como dicen los clásicos, tienen catedrales por únicas montañas, la cerveza es algo cotidianamente excepcional.

Cervezas del norte

Del norte de Fracia, CH’TI y La Goudale; de Flandes, 3 Monts y Abbay Marchiennes de Patrimoine Gourmand; y una invitada de Valonia, la Leffe negra. Han venido todas en Fiat.

La 3 Monts es demasiado buena, pero a mi la que más me gustó fue la CH’TI, no es demasiado fuerte y el sabor es redondo, ni le sobra amargor ni le falta «chicha».

Ahora que el cielo de Barcelona está lleno de nuages, uno casi se hace la idea (sólo casi) de estar allí, en el llano. Vete pasándome el pan y la mantequilla salada, chérie

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Casarecce con garbanzos fritos, cebolla y foie

Un clasico de nuestra casa. Pasta con garbanzos fritos con cebolla (tostadita).

Recuerdo que los días que sobraban garbanzos del cocido, mi abuela hacía por la noche una receta que se ha convertido en uno de mis platos favoritos: los garbanzos fritos con cebolla. Los garbanzos tostaditos y crujientitos quedan alucinantes con bien de cebolla tostadita también. Para esta receta, en casa, ponemos pasta y foie de pato, que se deshace con el calor creando un sabor y untosidad increíble entre todos los demas ingredientes; cosa fina.

Casarecce con garbanzos fritos, cebolla y foie

A mi me gusta ponerle un buen chorro de limón; y los días que no lleva foie, bien de comino.

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