Ayer horneé dos panes, uno blanco, con sublime harina de Lituania (que viene en otro post) y otro de centeno al 50%. El sabor y la textura del blanco es delicioso. Suave y dulzón, casi con sabor a baguette (a pesar de no tener más que harina, agua y sal -bueno, y masa madre). El de centeno, como siempre, tiene un sabor amargo riquísimo, aunque esta vez sólo fermentó unas 7 horas. Normalmente el de centeno me gusta dejarlo reposando más de un día, para que al amargor del centeno se le sume el de la masa madre muy fermentada.
No obstante, estos panes son un buen ejemplo de lo que pasa cuando «un par de cervezas» y una cocina templada se interfieren en los tiempos de fermentación, la masa se sobrefermenta y luego no levanta bien (y no tenía ganas de volver a trabajarla para que volviera a su ser).
Así que esta mañana ha sido la fiesta de las tostadas. Hacía días que no me sabían tan ricas. Simplemente con mantequilla, aunque algo de mermelada de naranja también ha caído.
Tiene un aspecto buenisimo..
Hombre, el aspecto no era extraordinario esta vez (por eso de que se sobrefermentaron y se cayeron como un sufflé) pero el sabor te aseguro que era inmejorable :) …y no es amor de madre.
¡¡jooooooo que buena pinta tiene este pan!!!!!!!
Que no que no… si precisamente este ha quedado chuchurrio…a ver si en una de estas posteo uno de los buenos :) …bueno, y me lo como, claro está!!