Y heladas. Con eneldo, ajo y cebolla.
Como un arqueólogo, un excavador de los secretos del subsuelo, de los misterios que se esconden entre las capas de tiempo, el sustrato de tiempo.
El otro día apareció un bote de verdura fermentada, cubierto de mugre y con la tapa totalmente oxidada por fuera; parecía una pieza de una tumba egipcia, un ánfora, un relicario arcaico. Una vez lavado, resultó ser un bote de vainas fermentadas. Al abrir el bote, el milagro. En su día había quedado olvidado en una despensa sin calefacción, así que se había congelado. Sacar las primeras judías congeladas y los trozos de umbelífera enredados en hielo y cebolla, saborearlos y degustar el tiempo y la vida que volvía a renacer con el deshielo. Un momento mágico de reencuentro bacteriano.
Cómo estaban aquellas vainas. Un fermento memorable.
Hablando de fermentados..he intentado hacer chucrut y me aparece moho en los laterales..alguna forma de evitarlo?
[…] ¿Te quedas a cenar? Saltar al contenido « Vainas fermentadas […]
leerte es una delicia, ver las fotos tan crudas y bellas es una tarde de lo mas entretenida, pareciera que estuvieras en mi patio techado tomando mate conmigo con unas tortas fritas…es mas que casero y mas que natural..mil gracias Iban!!!