Primero sofreí las patatas con ajitos, grasa de pato, mantequilla (y hasta un poco de aceite de oliva); después eché una lata de Voll-Damm, pimienta, nuez moscada y las estofé; finalmente, hice una costra (como si fuera un crumble) con nueces majadas y parmesano rallado, y lo gratiné hasta que cogió color.
Con las grasas y la cerveza, las patatas quedan melositas, y la costra es bastante brutal. Al comerlo, ya en el plato, te vas encontrando los trozos de costra.
Pocas cosas en la nevera, mucho sabor.
¡Qué bueeenas esas patatas! Cómo te cuidas. :)
Justo ayer leía que en el siglo XVI eran consideradas un producto delicatessen como el caviar o las trufas hoy en día. Por lo visto en España las cocinaban de formas bastante variopintas: estofadas en vino blanco, con azúcar, revueltas en cenizas y -al loro- ¡confitadas! Mucha gente las comía de postre, como las castañas. Creían que eran afrodisiacas; no me extraña, pone de un buen humor comer bien…
Me parece una receta maravillosa para hacer patatas. Pero si no tengo grasa de pato, ¿con qué se puede sustituir? o ¿dónde puedo encontrarla?.
Besos
que original me encanta la receta, y con tu permiso, me paso por aquí
Quisiera ponerme en contacto con ustedes para enviarles una carpeta de presentacion del restaurante que me encuentro desarrollando en Buenos Aires, Argentina.
Marrrre mía, Ibán, cómo te cuidas!!! Y después a coger la bici, no? :)
Buenas, buenísimas!!!
Un saludo, Begoña
Colesterol, no tienes, no? ;-)
Qué pinta!! la costra debe estar de muerte y las patatas jugositas. Buff! ….y yo con la dieta de la piña. qué asco!!
dicen que la necesidad agudiza el ingenio, no? vaya platazo! me lo copio ya.
Petonets,
Alba
Có-mo-te-pa-sas…habrá que probarlo, digo yo :)
A mí lo mismo no me daría tiempo de pasarlo al plato.