…y encontrar algo casero bajo un paño de cocina.
De noche, la casa está tranquila, las visitas duermen y los panellets esperan en el plato de metal. Los panellets no son (como diría un inglés) mi «taza de té»…vamos, que me gustan «conceptualmente»; o sea, su idea, su visión, sus ingredientes. Pero después de la autopista y la noche son una bienvenida inmejorable.
Y comerlos en silencio en la mesa del salón.
Ha empezado noviembre y sigo en la carretera, de aquí para allá, con mis cosas repartidas en casas a orillas del Cantábrico y del Mediterráneo. Así que disfruto de estas sensaciones, compartidas, fugaces: llegar de madrugada y encontrar un plato de comida casera.
O compartir unas tostadas de hígado de bacalao ahumado mientras se fríen unas patatas en grasa de pato; la ventana abierta y barcelona entrando por encima de los tejados.
Viviendo en Barcelona como si estuviéramos en el norte de Francia.
Panelletsssss…. ummmmm…. Recuerdo que cuando vivía en Madrid, la madre de uno de mis compañeros de piso, que era de Vinebre (Tarragona), le mandó panellets un par de veces. Les cogí tanta «afición» que la madre ya me los mandaba para mi, en directo y en exclusiva. Hablé con mi amigo hace unas semanas y me dijo que su madre todavía se acordaba de «mis» panellets…
¿Patatas fritas en grasa de pato? ¿Así, tal cual? Eso lo tengo que probar…..
Oh, sí, patatas fritas en grasa de pato (ya sabes, hay casas, como en la mía, en la que se guarda la grasa de las latas de confit)…ojo! fritas, no inundadas y cocidas. En el último momento se añade un ajo picado muy fino, para que quede todo el aroma fresco…ajouter unos huevos fritos, et voilà!