Decía mi tía Paquita que el arco iris y las zanahorias ya no eran como antes, como las que ella conoció (antañazo, debo añadir yo). Argumentaba que los colores del arco iris habían perdido intensidad, del mismo modo que las zanahorias habían perdido sabor y textura.
Mi compañera de trabajo, Patricia (que nunca llegó a conocer a mi tía Paquita, claro), trajo a la oficina una tableta de chocolate de la marca Comes, de Sueca. Tiene un sello de la Comunidad Valenciana que lo clasifica como “artesano”. La textura y el sabor de este chocolate “a la piedra” eran recios, como de otra época, y te encontrabas trocitos de azúcar aquí y allá, un chocolate memorable.
Esta textura, estos trocitos de chocolate en el envoltorio de papel albal me han recordado las palabras de mi tía y han traído a mi memoria uno de mis temas favoritos; el de los sabores del pasado. Me fascina imaginar cómo sabrían las cosas antes. No sólo por las cosas que han desaparecido, por los sabores que se fueron (cual especies extintas) sino porque estoy convencido de que los sabores cambian. Bueno, esto ya lo dicen muchos estudios que han comprobado que las frutas, verduras o carnes han perdido muchísimos de sus nutrientes en las últimas décadas, imagino que con los nutrientes se ha ido el sabor.
Me encanta leer sobre historia de la gastronomía, sobre los platos míticos que uno guarda en el altar gastronómico de su cabeza o sobre las cosas cotidianas que comieron nuestros abuelos. Aunque luego resulte que el vino que bebían en el mundo clásico era un brebaje asqueroso que hoy nos produciría la nausea; o que cualquier persona en el siglo XIX alucinaría con el pan de molde tan blanco que produce hoy en día la industria.
No obstante, se me antoja imposible llegar a imaginar las sensaciones de un comensal de antañazo ante un plato de comida condimentada con el rico color del azafrán, o el asombro de los primeros europeos que cataron el chocolate.
El futuro es ahora, de hecho fue ayer, y es cierto que somos capaces de producir inmensas cosechas (que no alimentan a quien tienen que alimentar, aunque eso es otro asunto). Hemos sido capaces de producir fresas durante meses y meses, fresas Elsanta que viajarán miles de kilómetros; y cosechamos por miles de tonenaladas esos tomates y manzanas de aspecto perfecto, sin embargo a menudo me pregunto qué es lo que ha fallado en lo que respecta al sabor. La ciencia ha sido capaz de identificar genes, desarrollar fertilizantes y pesticidas, modernizar métodos productivos, pero las estanterías de nuestros supermercados y tiendas están llenos de alimentos que cada vez saben a menos, de piezas de fruta sin aroma y con la textura del poliuretano expandido.
Posiblemente lo que tenemos no es más que el resultado de lo que hemos pedido, de lo que demandamos, como consumidores, a voz en grito: más, más barato, y todo el año. Imagino que lo que impulsó a los primeros humanos que cultivaron las primeras cosechas de cereales domesticados sería algo similar; claro que ellos no tenían los medios ni el conocimiento con el que contamos ahora.
Así que cuando me cruzo con uno de estos sabores de otra época me da por ponerme gastronómicamente nostálgico, una extraña mezcla de envidia y curiosidad.
* Curiosamente he descubierto que nopisto habló de algo similar hace poco.
Pues si te gusta la historia gastronómica y te pasas algún día por Barcelona, tienes que hacer una visita guiada a la antigua ciudad romana. Es alucinante, y cuando te explican la receta del garum auténtico, flipas. Tengo unos colegas que son aficionados a la reconstrucción histórica. Se visten de romanos y hacen desfiles y cosillas. Una vez al año se reunen y se pueden incluso catar manjares romanos en Tarragona (en Mayo, el evento se llama «Tarraco viva»). Por si te pasas por ahí otro día… :-)
Siempre me ha picado la curiosidad qué leches comían los habitantes de Europa antes de que se trajeran las patatas, los tomates, los pimientos… Es un tema fascinante, ¡sí señor!
Pues a este paso algo me voy a acercar a Barcelona, si ;)
Suena interesante esto que dices, aunque yo tengo mala experiencia con las fiestas/ferias de otras epocas, ya que hay muy poca seriedad en el tratamiento de alimentos, recetas….pero claro, nadie dice que las cosas que comian hace siglos nos tuvieran que resultar apetecibles, ni si quiera meramente comestibles ahora!!!!! De hecho el garum, que es algo que me encataria probar (el autentico, claro) no se yo si seria para nuestros estomagos…bueno, para el mio si porque soy un tragaldabas :P
Si, sobre eso que dices de la comida antes de America…es algo que me fascina tambien. De hecho, tengo teorias (algo radicales) al respecto. Sobre como el chocolate ha destrozado la reposteria y pasteleria, o como el queso (y en muchos casos el tomate) han hecho lo mismo con la cocina salada, empobreciendola hasta la nausea (por eso cuando veo postres con grasa de cerdo, cabello de angel o calabaza me lanzo como loco)…pero, claro, esto ya es otro post!!!
Ummm… qué quereis que os diga. Tu tía paquita hacía gala de una gran sabiduría al afirmar eso, pero entre la pobreza del sabor de hace 50 años y la variedad de hoy en día me quedo con esto último. Será que vivo en un pueblo y que puedo (todavía) disfrutar de las lechugas de Patxi, la leche del caserío Etxeberri, los tomates de mi abuela Asun, las morcillas hechas por José Ramón el carnicero con los cerdos de Patxi (sí, el de las lechugas), las alubias del Sr. Alcalde, el queso de Troskaeta (D.O. Idiazabal), … que no creo que difieran en exceso de los que se comían hace algunas décadas.
Y, además, por haber nacido a finales del s. XX, puedo degustar (y degusto) cacao centroamericano, té japonés, piñas portorriqueñas, queso parmigiano comprado en Peck (Milán), chocolatinas suizas «Kägi-Fret» (que son mis preferidas), …
Vamos, que por mucho que hayamos perdido, yo creo que hemos ganado mucho más. Eso sí: hay cosas claramente corregibles: como el pan de hoy en día, como ya hemos hablado en varias ocasiones.
Por cierto, como localice yo el chocolate éste, se va a llevar un viaje…
Pues el chocolate estaba localizado en la mesa de la oficina (sita en Gray’s Inn Road, como sabes…la oficina, digo) ;) …pero llegas tarde, forastero.
Jo, que suerte tienes, que bonito, poetico y pastoril el retrato de la vida gastronomica en el Goierri…mucha envidia, mucha. Uno, tanto aqui como alla, hace lo que puede, pero esta metido hasta las rodillas en el marasmo de los modernos medios de produccion alimentaria (o sea, mal rollo). Y tienes razon, somos muy afortunados, mucho…pero esa nostalgia por modos de vida mas sencillos (pobres, si quieres) siempre queda… Pero bueno…ya sabes como son todas las nostalgias…